martes, 14 de noviembre de 2023

Iconos de Asturianía

 

Una vez más hago uso de esta tribuna virtual para abordar uno de los temas más polémicos en nuestra sociedad actual. Junto con la Religión y la Política, el Nacionalismo es una de esas cuestiones que pueden desatar pasiones, herir sensibilidades,  suscitar agrias discusiones. En definitiva,  ser "casus belli", sin más.

Pero, como vengo demostrando desde que empecé con esta andadura bloguera, no por polémica voy a rehuir la contienda y morderme la lengua. Prefiero ser incauto antes que cobarde y,  aun a riesgo de resultar ofensivo para los más sensibles seguidores de nacionalismo astur, no puedo por menos que dejar constancia escrita de lo que, en mi opinión, es una verdad palmaria.

Quiero abordar hoy la cuestión de los símbolos de la idiosincrasia asturiana y dejar, negro sobre blanco, una denuncia que no puede soportar más silencio: el olvido injustificable de dos de los símbolos más destacados de la cultura asturiana.

La simbología asturiana recurre demasiado a menudo a lugares comunes que resultan harto  manidos y olvida poner en el lugar que se merecen  ciertos aspectos que, de forma innegable, forman parte del patrimonio cultural de nuestra tierra.

Se erigen como sacrosantos iconos de la asturianía la Santina, el bable, la sidra,  la fabada, los hórreos y paneras, les madreñes, la gaita, la montera picona, el Picu Urriellu, el orbayu y un etcétera muy largo que todo asturiano que se precie lleva a flor de piel y que salen a relucir en cuanto se toca la fibra nacionaliega. Hago intencionada omisión de un elemento que, a mi entender de manera injusta, está tomando una relevancia absolutamente inmerecida y que no es otro que el cachopo. Dejo para mejor ocasión un comentario más extenso sobre el particular y voy a lo esencial de mi alegato.

Dos son los iconos a los que nadie hace mención y que, a d
ía de hoy, ostentan de hecho lo que de derecho se les hurta, esto es: ser considerados como efigie del asturianismo con tanto o más derecho que  los antes citados pues están omnipresentes a lo largo y ancho de nuestro territorio astur.

Esos dos objetos que, de puro cotidianos en el paisaje patrio, pasan injustamente desapercibidos; empero sin ellos no estaría completa la panoplia de nuestra más entrañable simbología; me estoy refiriendo, cómo no, a la bañera y el somier.

En efecto, amigos, ¿quién puede osar llevarme la contraria si digo que no hay "prau" en Asturies que no cuente con una bañera a modo de "bebederu"? ¿Quién se atreve a replicarme si asevero que no hay cierre de finca más utilizado en el agro astur que un somier de muelles?

Una estampa típica asturiana sin ver recortado contra el verde omnipresente la silueta de un hórreo o una panera no sería digna de tal nombre. Pues de igual modo, un paisaje asturiano donde el proverbial minifundismo dibuja entre "matos y sebes" un rompecabezas de prados no sería lo mismo sin estar moteado de blancas bañeras repartidas aquí y allá.

Una caleya tapizada de mofu, repleta de barro y cucho por la que no caminara un paisano con la "guiá" al hombro afalagando una recua de frisonas más que caleya, a fe mía, que sería una mesetaria trocha. Pues de idéntica forma, esa misma caleya discurriendo entre hileras de avellanos, no sería lo mismo sin verse adornada, a cada paso, por un somier atado de inverosímil y eficaz manera  para que impida el paso de bestias y humanos (bestias o no).

¿Habrá algo más asturiano que estas dos figuras tan cotidianas y arraigadas al paisaje?

 

No ha mucho tiempo que la Unesco ha declarado "los muros de piedra seca" Patrimonio de la Humanidad. Los reconoce como bien cultural. No digo yo que no se lo merezca, no. No son pocas las parcelas en Asturias que de antiguo se perimetraban con este tipo de construcción y de siempre se completaba ese cierre con un "portiellu" o "portiella de reyones". Pero como todo avanza, el somier de muelles vino a sustituir a ese rústico aparamento constituyéndose en un elemento imprescindible en cada finca. Pues bien, ¿porqué esa discriminación? ¿Qué espera la Unesco, para reconocer el valor cultural del somier como elemento imprescindible en la cultura asturiana? ¿A qué se debe este olvido por parte de las autoridades culturales que tanto velan por el acervo popular de nuestra tierra?

Además, a poco que uno repare en ello advertirá que es un bien que, a no mucho tardar, se verá en vías de extinción toda vez que el somier está siendo sustituido en todos los hogares por otro elemento no tan versátil como cierre de fincas: el canapé. No veo yo a los modernos canapés como sustituto del atávico somier. Así, pues urge la declaración de bien de interés cultural de tan arraigado elemento como medida para su protección y conservación. Va siendo hora de que los cada vez más numerosos museos etnográficos hagan acopio de somieres y los muestren como elemento tan autóctono como un "llabiegu" o una "gadaña". Ahí lo dejo.

Otro tanto cabe decir de la bañera. Queda mucho por estudiar al respecto de esta figura señera del ámbito rural astur. ¿De cuándo data esta costumbre? ¿Cómo se daba de beber antes a los animales? ¿De dónde sale tanta bañera?

Esta última cuestión no es baladí. Si uno repara en ella se enfrenta a un insondable misterio. Es un hecho que, de un tiempo a esta parte, muchos hogares en Asturias fueron sustituyendo la bañera por un plato de ducha; la población envejece, ya se sabe... y claro... los resbalones y tal...

Pero, pese a que esa práctica incremente considerablemente el número de bañeras ociosas, no es posible que esta práctica nutra suficientemente de elementos a la mucho más nutrida presencia de bañeras en el paisaje asturiano. ¿Cómo es posible suministrar  semejante cantidad de bañeras recurriendo únicamente al mercado de segunda mano (baño)? Estoy convencido de que existe una producción específica expresamente dedicada a satisfacer la demanda de bebederos, lo que ignoro es dónde se comercializan.

Otro misterio en torno a las bañeras/bebedero es el siguiente: ¿Quién las transporta hasta su destino final? En mi continuo caleyar por la geografía asturiana, nunca (repito, nunca) me he topado con un lugareño transportando una bañera.

Se me ocurre varias posibilidades aunque apenas si daría crédito a ninguna de ellas. La primera es que me haya encontrado con algún parroquiano arrastrándose, caleya arriba, bajo el metálico manto de una bañera cual si de un enorme caracol se tratara y yo lo haya confundido con uno de esos gasterópodos. No creo. He visto caracoles grandes, pero tanto...

Otra es que exista una empresa distribuidora de bañeras por vía aérea que tras suministrar el cliente las coordenadas geográficas correspondientes, ésta deposite de alguna manera el futuro bebedero en la ubicación indicada. He indagado al respecto en las páginas amarillas y no encuentro ningún sector empresarial dedicado a semejante actividad.

Pudiera ser también que se planten "bañeritas" (tal vez  bidets)  o semillas de bañera y, al cabo de un tiempo, y con el preceptivo riego crezca un espléndido ejemplar adulto que cubra las necesidades del ganadero. He buscado en todas los establecimiento del ramo y no hallo algo que se le parezca. Así, pues, sigue siendo un misterio insondable.

Por otra parte, al igual que ocurre con los somieres, cabe preguntarse cuál va a ser el futuro de una figura tan señera como la bañera, habida cuenta de que el plato de ducha está llamado a ser el sustituto de la más peligrosa bañera. O puede que se recurra a los  más sofisticados "jakuzis"... No sé, no lo veo factible. Y en todo caso algo tendrán que decir las vacas al respecto. Pero sabido es que estos animales son de pocas palabras.

Concluyo: Hago desde esta humilde tribuna un llamamiento a realzar la figura de estos dos olvidados símbolos de la cultura popular asturiana. Pido a las autoridades un apoyo institucional para que ambas figuras sean tratadas como se merecen y sensibilicen a la población asturiana  para que  valoren  y respeten a la bañera y al somier como uno más de los sacrosantas efigies del asturianismo. Y propongo una campaña de divulgación que inmortalice el eslogan: "La bañera y el somier nun los hay que escaecer". Digo.

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