martes, 7 de abril de 2009

Yo mismo... sin ir más lejos

Ahora que me he convertido en un hombre de mi tiempo, en una persona moderna, en un individuo de lleno inmerso en las nuevas tecnologías, todo ello gracias a montar mi propio blog y decidido como estoy a ser un “blogger” como es debido voy a seguir las reglas propias de esta actividad.

Observo, no sin cierta perplejidad, que todo “bloguero” que se precie abre su alma al mundo y muestra sin tapujos sus intimidades. Así, sin recato alguno, deja plasmado su perfil indicando todo aquello que le gusta o disgusta, lo que odia o quiere, lo que apetece o abomina y sobre todo cuáles son sus manías.

En principio, dos serían las objeciones que pondría yo a tal forma de proceder. La primera sería que escaso valor tiene como imagen la que uno tiene de sí mismo como no se vea complementada con la que los demás tienen de uno. La segunda es que abriendo de par en par las puertas de tu personalidad, qué interés y atractivo puede tener el ir descubriendo a la persona. No obstante, hago caso omiso estas iniciales objeciones decidido como estoy, digo, en hacer lo que dicta el reglamento no escrito de un buen bloguero.

Vayan pues aquí una pequeña muestra de rasgos y manías que dan en caracterizarme. Dejo para otro momento, en que el pudor me lo permita, el desnudo integral de mi personalidad (si en realidad existe tal).
  • Tengo la absurda manía de despertarme cada día a las seis de la mañana. Pero es la única manera que he encontrado de hacer callar al maldito aparato que, con gran estruendo, le da por sonar cada jornada. A continuación, suelo maldecir una y otra vez sin abrir la boca para no despertar a nadie.
  • Lo primero que hago al levantarme es poner el pie derecho sobre el suelo. Manías. Lo segundo, poner el izquierdo. He intentado pasar de lo segundo pero resulta harto incómodo y me crea serios problemas de desplazamiento. No soy a moverme bien sobre un solo pie. No hay forma de llegar a tiempo a ninguna parte.
  • Cuando, por fin abandono mi casa y me encamino al trabajo, me despido de mis perros. Ellos apenas se enteran: abren lánguidamente un ojo pero siguen inmóviles en su camastro. Yo maldigo de nuevo en voz baja. Cien mil años de evolución, cultura, conocimiento y tecnología y ese es el resultado: yo me voy a trabajar y ellos viven mejor que yo. ¡Vida de perros... ¡ ¡La mía!
  • Suelo comerme las uñas, especialmente cuando estoy nervioso o cuando veo la televisión. Intenté dejarlo pero se me llenaban de suciedad, así que procuro ponerme nervioso más a menudo como medida de higiene. Si viera más la televisión también serviría, pero entonces mermaría mi higiene mental.
  • Procuro ocupar siempre la misma plaza en el tren que me lleva al trabajo. He intentado cambiar de sitio pero no es lo mismo: aunque sean más confortables creo que las otras plazas son de pago.
  • Como todo el mundo (pero yo lo confieso) me hurgo la nariz en los semáforos. Con el producto de tal actividad fabrico bolitas perfectas que suelo tirar disimuladamente a los viandantes que pasan por la acera.
(Nota: advierto al incauto lector que no todo lo que se cuenta aquí obedece fielmente a la verdad, sin ir más lejos lo de los semáforos no es del todo cierto pues también lo hago en otras ocasiones).

  • No soporto la impuntualidad, me parece una falta de respeto. Tengo la manía de la precisión: cuando quedo a una hora siempre, siempre, siempre llego media hora más tarde; así todo el mundo sabe a qué hora llegaré y no les falto al respeto. ¿Impuntual?, no: preciso.
  • No soporto la mentira. Prefiero faltar a la verdad antes que mentir, resulta más elegante. ¿No es cierto?
  • Rechazo rotundamente cualquier comportamiento machista y, por supuesto, la violencia que genera. La deseada y deseable sumisión de la mujer debe ser consustancial a la propia naturaleza de su sexo y nunca impuesta por la fuerza. Faltaría más.
  • Son un agnóstico absolutamente convencido y espero serlo durante muchos años si Dios quiere.
  • Soy una persona en extremo tolerante, dialogante y flexible, así pues no tolero de ninguna manera bromas al respecto y esa es mi última palabra y no pienso cambiar de opinión.
  • Deploro los halagos pues creo que fomentan la vanidad a la que considero ajeno. Si hay algo de lo que estoy especialmente orgulloso es de haber alcanzado altos grados de perfección personal con el propio esfuerzo y sin haberme sustentado en el halago fácil de los demás, por muy merecido que éste fuera en todo momento.
  • Soy un hombre de sólidos principios, son los más sólidos que he tenido hasta el momento después de haber probado con muchos otros que resultaron ser poco útiles para mis propósitos en la vida.
  • Tras años de abnegado esfuerzo y dedicación diaria he alcanzado altísimos niveles de virtuosismo en la mediocridad. Eso implica estar tan equidistantemente alejado de la genialidad como de la idiocia.
  • En absoluto son un hombre racista. Como muestra diré que a mi me parece que a los negros les sienta muy bien su color y lo considero un rasgo distintivo de su idiosincrasia que en absoluto debería ser motivo para el maltrato, antes al contrario, deberían evitar esas circunstancias apartándolos lo suficientemente lejos como para que nadie les pueda causar daño. ¿Qué tal en un continente propio?

No hay comentarios: